Estados Unidos recibe cada vez más a inmigrantes con títulos universitarios, ya sea de forma legal o irregular. Entre los hispanos casi se ha triplicado esa cifra desde la década de 1990. Univision Noticias habló con un mexicano en trámites migratorios para trabajar en la multimillonaria industria de los videojuegos.

En México, el éxodo de profesionales es llamado casi despectivamente como ‘fuga de cerebros’, porque se cree que genera un impacto negativo al país que invirtió en su educación. Glenn De León, un joven de 29 años que se dedica al desarrollo artístico de videojuegos, prefiere verlo como una movilidad que les permite un crecimiento profesional que no alcanzarían quedándose en su tierra.

A él le nació la idea de emigrar siendo estudiante del Tecnológico de Monterrey y ratificó que era la mejor opción cuando se topó con un mercado profesional limitado y que le pagaba muy poco.

“En Monterrey, que es una ciudad cara, el 80% de mi primer sueldo lo gastaba en vivienda y comida. El 20% restante era para pagar la deuda de mi universidad. Estaba viviendo para trabajar”, dice De León en una entrevista con Univision Noticias. “He tenido la oportunidad de desarrollarme con personas muy talentosas en el área de videojuegos en México. El problema es que en este país la industria no está muy desarrollada y no está bien pagada”, sentencia.

De León fue uno de los primeros egresados de la carrera de Aminación y Arte Digital del Tecnológico de Monterrey, que es considerada una de las mejores universidades de Latinoamérica. Tenía una beca que le cubría el 80% de la colegiatura, pero tenía que pagar el 20% restante. Eso significó graduarse con una deuda de 230,000 pesos (unos 11,500 dólares), una fortuna para un muchacho de 21 años.

Colgó su diploma en la pared y se enfrentó al crudo mundo laboral: tenía el empleo de sus sueños en un estudio de animaciones en tercera dimensión (3D) en Monterrey, pero ganaba menos de 16,000 pesos mensuales o unos 800 dólares, una cifra que un trabajador con salario mínimo gana en menos de dos semanas en California. “Cuando ves la realidad dices: esto es muy diferente a lo que me imaginé. Es muy pesado, especialmente cuando todavía tienes que saldar una deuda”, menciona.

 

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