Vivimos un momento de gran convulsión global que solo tendría parangón con las dos guerras mundiales. La pandemia del nuevo coronavirus ha provocado el desplome de los flujos migratorios en todo el mundo. En 2020 el volumen de migración cayó drásticamente, pero no los deseos de dejar el país natal por guerras, hambre y represión. Porque los conflictos han seguido, así como sus dramáticas consecuencias. Es la principal conclusión del Anuario CIDOB de la Inmigración 2020.
La contracción de la inmigración no estacional en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico fue del 18% en el primer trimestre de 2020 y un 72% en el segundo trimestre. Aún no se conocen las estimaciones del segundo semestre de 2020, pero la caída libre no se detuvo.
Apenas se están concediendo permisos de residencia en mundo, especialmente en Asia Oriental y Oceanía. Japón se ha cerrado totalmente a la inmigración. Han caído también las cifras de solicitudes de asilo y refugio.
A su vez, la pandemia ha dejado clara la dependencia que tenemos de los inmigrantes, por la labor que desempeñan en la sociedad. Uno de cada cuatro médicos y uno de cada seis enfermeros son migrantes en los países de la OCDE. La población migrante también tiene un gran peso en la agricultura, sector de alimentación y cuidados.
La epidemia de Covid-19 ha afectado mucho a la población inmigrante que ya está establecida en otras naciones. Por sus condiciones de vida forman parte de la población más vulnerable. También se debe a que se dedican a los cuidados. El riesgo de infección es del doble, en términos generales. La mortalidad también es superior.
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